sábado, 27 de julio de 2013

Entrevista a PABLO BERGER


EL DIRECTOR DE LA PELÍCULA ‘BLANCANIEVES’, GANADORA EN LA ÚLTIMA EDICIÓN DE LOS PREMIOS GOYA DE DIEZ ESTATUILLAS INCLUYENDO LAS DE MEJOR PELÍCULA Y MEJOR GUIÓN ORIGINAL, NOS REGALA UNA ENTREVISTA EXCEPCIONAL. RECONOCE QUE QUIERE RECUPERAR ALGUNOS GUIONES PENSANDO EN EL FUTURO. MIENTRAS TANTO, COMPAGINA SU MOMENTO DE ÉXITO IMPARTIENDO CLASES EN ALICANTE. ES COORDINADOR DE LA TITULACIÓN DE CINE DE LA ESCUELA DE CINE DE CIUDAD DE LA LUZ. EL MAESTRO NOS ILUMINA CONTÁNDOLO TODO.

K. ¿Momento de asueto, después de toda la vorágine de los premios de ‘Blancanieves’?

A pesar de lo que pueda parecer como al final de un viaje, todavía tenemos lo que llamamos ‘Eventos Blancanieves’ con música en vivo, como hemos hecho en Madrid o vamos a hacer en Barcelona en el castillo de Montjuic. Pero Blancanieves se está estrenando en todo el mundo entonces hemos estado en Brasil de promoción, México, estaré en Alemania… O sea, que seguimos en esa montaña rusa de ‘Blancanieves’ y encantado como padre de la película yo acompaño a mi niña y la llevo de la mano y me pongo en la puerta de los cines a decirle a todo el mundo que pasen y la vean.

K. ¿Las muestras de cariño te siguen sorprendiendo?

Lo curioso es que esto es un trabajo de equipo y la película surge de la suma del trabajo de un montón de gente. Cuando me halagan o me dicen cosas maravillosas sobre la película no me lo tomo como que me lo dicen a mí: mi ego no crece. Es como si ‘Blancanieves’ fuese mi hija y me dijeran lo guapa o lo inteligente que es. A todos los padres nos encanta escuchar eso. Cada vez que un espectador o alguien en la calle se me acerca y me dice que le ha encantado o le ha emocionado, me encanta escucharlo y no me canso de eso. No me puedo cansar.

K. ¿Este éxito le hace cambiar a uno sus sanas costumbres o no llega la cosa a tanto?

Los directores que somos conocidos para el público en general, a pesar de la gran promoción que han tenido los Premios Goya, hay gente que se me acerca en la calle o en el metro, pero siempre son muestras de cariño: “Gracias por ‘Blancanieves’; “me ha encantado ‘Blancanieves’”. No cambia porque al final los directores nos alimentamos de las pequeñas cosas. Me encanta viajar en el metro… Yo me imagino que para actores como Mario Casas o Javier Cámara ya  será más complicado, pero los directores lo vivimos de una forma muy diferente. En lo que me ayuda a mí es dentro de la industria. Claro que es importante: los productores me conocen, las distribuidoras, así que ayuda a nivel de financiación y por cómo soy recibido dentro de la industria y eso viene muy bien para la financiación de un siguiente proyecto, por ejemplo.



K. Pablo, después de una lógica evolución en tus trabajos ¿qué le sigue moviendo a Pablo Berger a la hora de hacer cine?

Es curioso porque sigo con la misma ilusión que cuando empecé hace más de 30 años haciendo ‘súperochos’. A mí el ruido de la cámara, o gritar ‘acción’, todo eso me sigue volviendo loco, es una especie de droga. Yo lo que quiero es comunicar, conectar, quiero contar historias, quiero emocionar, sorprender y lo intento en cada ocasión. Y en mi caso todo empieza con el guión que es la parte del proceso que más disfruto y que es el origen de todo. Ahora ya estoy deseando volver a mi productora y ponerme en marcha  con mi siguiente guión -tengo un par de guiones en el cajón-. Quiero sacarlos.

K. Precisamente por eso, quizás, hace tanta ilusión cuando se recibe el Goya al Mejor Guión Original.

Sí, la verdad. Yo he sido muy afortunado y la Academia de Cine siempre me ha apoyado. ‘Torremolinos 73’ ya estuvo nominado al Goya al Mejor Guión Original, con ‘Blancanieves’ lo he ganado y para mí el origen de todo son los cuentos, son las historias y es lo que me mueve a mí a la hora de levantar un proyecto. Porque yo me considero cuentista, que no es lo mismo que un cuentista (que también puedo tener algo), pero sí me siento cuentista. Me encanta, de alguna manera, sentar al espectador en mis rodillas –sin malas intenciones- para contarle un cuento. Quedarme embobado, seducido durante la hora y media que dura una película.

K. Y ahora te tenemos aquí en Alicante como Coordinador de la Titulación de Cine de la Escuela de Cine de Ciudad de la Luz. ¿Qué tal esa faceta de docente con los estudiantes de la provincia? 

Para mí es un honor y un orgullo ser el coordinador de la Escuela de Cine en la rama de dirección. Yo llevo ya desde hace más de 20 años dedicado también a la docencia del cine. Empecé en la New York Film Academy en los EEUU, pero desde que comenzó el curso académico de este año estoy asociado en la especialidad de Dirección. Te diré que es una Escuela de Cine excepcional en el sentido de que tenemos unos alumnos que viven, comen, respiran cine y me llena de alegría saber que va a haber continuidad en gente que viene detrás. Aparte de que yo me lo paso muy bien dando clases y aprendo. Creo que aprendo más que ellos, aunque esto no se lo digas a nadie. Es curioso que ellos pagan y yo cobro, jaj… Debería pagar yo por venir aquí.

K. Tú mismo vienes del mundo académico, Pablo. ¿Hasta qué punto es importante este tipo de escuelas especializadas para alguien que empieza?

Yo sí que vengo del mundo académico. Fui a la Escuela de Cine de New York, en el año 90, estudié un master de dirección en la ciudad de Nueva York y para mí fue una experiencia clave y fundamental en mi vida y en mi carrera cinematográfica. No digo que sea absolutamente necesaria la escuela de cine para llegar a ser director. Casos concretos en España, como Almodóvar o Amenábar no fueron a una escuela de cine, pero J. Bayona, Víctor Erice o yo mismo, sí venimos del mundo académico. Todos los caminos llevan a Roma. Si tienes esa vocación y sientes esa llamada dentro llegarás a serlo, pero creo que allana el camino y ayuda. Es una gran suerte si hay un joven que pueda venir a una escuela tan bien preparada y con unos profesores tan fantásticos como con los que contamos aquí en la Escuela de Cine de Ciudad de la Luz en Alicante es fantástico. Yo animo a los jóvenes cineastas, desde luego. Si tienen la suerte de poder acceder a una escuela, adelante.

K. Y a ti en lo personal ¿qué te aporta? Porque antes decías que casi disfrutas tú más que ellos.

Yo he tenido la suerte de que en los últimos veinte años siempre he estado asociado de alguna manera a las escuelas de cine y para mí es como mi gimnasio. Yo dirijo pocas películas y son de gran presupuesto para los ‘estándares’ españoles y europeos. Solo he hecho dos largometrajes, pero para mí estar dando clases de guión o dando crítica a los montajes de mis alumnos lo que me  permite es ejercitar mi músculo de la autocrítica, que es el más importante de los que debe tener un director de cine. Ver si vas por el camino correcto y si tu trabajo tiene un público, si el trabajo interesa y conecta. A mí me mantiene vivo. De alguna manera vampirizo también a mis alumnos, igual que ellos me vampirizan a mí.

K. Oye al margen de la parte más puramente teórica, imagino que los alumnos te pedirán miles de consejos. ¿Cuál es el que más acabas repitiendo?

Hay una palabra que es ‘paciencia’ en la carrera de un director, que no es una carrera de 100 metros, sino una maratón. A veces si tienes prisa en llegar es mejor coger el camino más largo. Este es el mensaje para los jóvenes directores, que no hay prisa. Pero sobre todo que sigan su corazón, que no vayan contra la naturaleza. Yo como director me considero como una matrona que quiero ayudarles a encontrar su voz. Ellos tienen que buscar su voz, las historias que ellos quieran contar. No las que yo quiera contar, que al final esa película sea el lugar donde ellos encuentren su   mirada.

K. Háblanos del futuro. No volverán a pasar ocho años para volver a ver una película de Pablo Berger, ¿verdad?

Pues nunca se sabe. Sean Connery dijo que nunca haría una película de ‘James Bond’ y mira… No sé si tardaré ocho años o tres, pero desde luego no es mi intención tardar ocho años. Tampoco tengo vocación de director de culto para hacer una película cada diez años, que por cierto me halagan que se refieran a mí como director de culto, pero yo creo que una película cada tres o cuatro años es un tiempo prudencial para alguien que escribe y dirige. Y sí que tengo ahí un par de guiones que como ha pasado tanto tiempo entre ‘Torremolinos 73 y ‘Blancanieves’ estoy esperando a que se pare este trenbala  en el que estoy montado para sacarlos del cajón y evaluarlos. Quiero poner toda la carne en el asador en estos guiones. Tiene que ser un proyecto en el que crea firmemente y que me lo plantee como si fuera mi última película, que es lo que siempre suelo hacer con todas las películas.

K. Al hilo de lo que decías antes, ¿está reñido ser un director considerado para el gran público con ser un director de culto? ¿Son antagónicos estos términos?

Bueno, hay algo que no me gusta nada del cine contemporáneo o las etiquetas cuando se habla de cine de autor o cine comercial. Parece que el cine de autor da prestigio cuando hay películas de autor que son unos grandes tostones y películas terribles; y luego el cine comercial como si fuese algo negativo llevar al espectador a las salas. Creo que el cine comercial no tiene que usarse como término peyorativo. Antes en los  años 40, 50 ó 60 no se diferenciaba tanto esto. Creo que ahora hay buenas o malas películas, las que emocionan o las que no. A mí me gusta hacer un cine que no sea excluyente, que sea un cine que incluya a diferente público. Me gusta pensar que mis películas hasta el día de hoy han ido a festivales y han ganado premios, pero que también ha habido un público que no es cinéfilo, que no ve películas subtituladas que han ido a ver mi cine. Mi ambición es seguir interesando a un público ecléctico, tanto al ‘gafapasta’ como a una abuela que va a ver una película con su nieto.

K. En alguna ocasión te he escuchado decir que tu próximo trabajo también irá a contracorriente. ¿Se termina de perder el miedo en ese sentido? Con tus películas se  demuestra que se puede ir en otra dirección.

Todos mis proyectos han ido a contracorriente. Desde mis primeros cortos como ‘Mamá’, que era una película ‘gore’, cuando este concepto no estaba de moda o con ‘Torremolinos 73’ que era una película sobre los años de la transición y el porno, o ‘Blancanieves’. Con todas las películas me he encontrado con grandes dificultades de financiación y con productores que pensaban que me había vuelto loco. A mí me gustaría pensar que este año algún joven director –o no tan joven- le pueda presentar a un productor un proyecto arriesgado y que este director le diga: ‘mira, he hecho un proyecto diferente, pero tú fíjate en ‘Blancanieves’ o en ‘Torremolinos 73’. Es decir, me encantaría servir de ejemplo para directores con proyectos diferentes. Yo creo que muchas veces los productores quieren jugar sobre seguro cuando en el cine no hay nada seguro. Quieren repetir éxitos pasados, pero el cine es como la moda. Somos como los diseñadores, tenemos que pensar en las siguientes temporadas, no en la temporada en la que estamos. Y muchas veces a los productores y distribuidores no les gusta arriesgar y al público no hay que menospreciarlo, sino todo lo contrario, porque siempre quiere cosas nuevas y es mucho más exigente muchas veces que los propios productores.

K. Pablo, después de lo que ha pasado con ‘Blancanieves’ en los últimos meses y pensando en frío, ¿has sentido que te ha faltado algo o realmente se han superado las expectativas marcadas? 

Bueno, ha superado las expectativas. Sabíamos que iba a gustar, que iba a conectar. No     teníamos ni idea de que iba a ser un fenómeno en cuanto a lo maravillosamente recibida que es en todo el mundo. Y si tengo una espinita, que la tengo y te la diré con sinceridad, y es que el público infantil de 9 ó 10 años debe llegar  más a ella. La película está calificada para todos los públicos. No diré que niños de 5 ó 6… Pero mi hija tiene 9 años y sus amigas la han visto. Y sí me gustaría que llegara a ese público, el que escuchaba los cuentos de los Hermanos Grimm cuando yo era pequeño. Al final  mi película tiene un elemento de oscuridad, hay una cierta comedia o cuento gótico, pero no deja de ser un cuento. Entonces sí me gustaría que la gente joven, los niños de 11 ó 13 años también la viesen, porque ha llegado mucho, pero a un público más adulto.

K. Pues con ese deseo nos despedimos, Pablo, esperando seguir viéndote por nuestra tierra, por Alicante en este caso, que sigas con tus alumnos de la Escuela de Cine de Ciudad de la Luz y que nos sigas contando estas historias tan emotivas con tus películas.

Ha sido un placer charlar contigo, hablar sobre ‘Blancanieves’ y aprovechando que estoy en Alicante, hablar de la Escuela, porque sí que es algo en lo que creo y es necesario que gente de la Comunidad Valenciana sepa que tiene una gran Escuela de Cine en Alicante.

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