En
estos últimos años se viene produciendo un fenómeno bautizado como “la fiebre
del Póker”. En el imaginario colectivo aún pervive la visión del jugador de
Póker en el Salón del lejano Oeste con el whisky en la mano, el puro,
revólver preparado y alguna cantinera de voluptuosas curvas. Por ende,
permanece la imagen negativa asociada a este juego.
Sin
embargo, en estos últimos años se ha producido una metamorfosis. Los responsables
de este cambio de look son en primera instancias las grandes casa de apuestas
y casinos on-line que han proyectado un prototipo de jugador muy alejado
de aquella imagen de timbas clandestinas rodeados de humo y alcohol. Surge así
el jugador entre 20 y 40 años ataviado con un kit básico compuesto
principalmente de gorra, gafas de sol, y auriculares. Jóvenes entre los que
la mujer se va introduciendo paulatinamente. Aparacen paradigmas alejados de lo
que conocemos por azar, califican al Póker como un juego probabilístico, un
juego de estrategia matemática. Ya no son personas que únicamente buscan una
dosis de emoción, sino personas de nivel y formación académica alta, y si no,
cuando menos, personas capacitadas para no dejar al azar sus decisiones.
Circula
como la pólvora entre las universidades, entre los grupos de jóvenes, aparecen en
televisión partidas con sumas generosas de dinero... Lo muestran casi como una competición
deportiva. Póker y apuestas deportivas van unidas de la mano. Como setas
en el campo, vemos andando por nuestras ciudades los nuevos salones (casas
de apuestas). Las importantes, léase Bwin, 888.com, sportium, William
hill, entre otras, patrocinan al opio del pueblo llamado equipos de fútbol.
Los jugadores actuales de Póker usan su propio lenguaje, una jerga que si no eres
asiduo no podrías entender. Casi todas ellas anglicismos tales como stack
(bote o cantidad de fichas), allin (envidarse o jugarse
el resto) check raise (pasar para luego apostar), fólder (tirar
las cartas) o peyorativos como losser (perdedor) o fish (pescado,
tonto, mal jugador). Y manejan sus propios códigos de conducta.
¿Cuáles
serían, pues, los factores que han traído este auge o fiebre por el Póker? Pues
como todo fenómeno social, nunca hay una causa única, pero sí varios elementos
que influyen. En primer lugar, el ya citado interés de las grandes casas de
apuestas y casinos en red por hacerse omnipresentes y dar una imagen de
normalidad alejada de las connotaciones negativas de antaño. En segundo lugar,
la crisis mundial que da lugar a muchas personas sin trabajo que ven en el
juego una posible salida a su situación, fruto de ello. Y como cualquier
leyenda urbana muchos dicen conocer a alguien que conoce a otro que se gana la
vida, y muy bien además, jugando al Póker. El tercer factor es el acceso on-line
a este tipo de páginas. Funcionan las 24 horas del día, puedes jugar a
cualquier hora y con cantidades iniciales de dinero muy pequeñas. Solo
necesitas estar conectado a internet para jugar.
Evidentemente,
nada es bueno o malo por sí mismo. Todo depende del uso que le demos, pero nos
enfrentamos a un problema que si otrora podía ser residual, ahora puede
convertirse en un problema más frecuente: la ludopatía. El crecimiento exponencial
de jugadores ha sido impresionante, lo que conlleva el peligro a ser igualmente
exponencial.
Desde
tiempos inmemoriales el binomio hombre-juego se ha presentado en diversas formas
y cada cultura muestra su peculiar coqueteo con la cábala,
la diosa fortuna o el azar. La diferencia es que en la sociedad red, en esta
aldea global en la que vivimos los mecanismos de control se dispersan y
disipan, mientras que el problema pasa a ser global y afecta de la misma manera
en Pekín que en Badajoz. Por ello muchas veces debe bastar el sentido común, no
perder el norte, no creerse los cantos de sirena que envuelve al mundo del
Póker. Es solo un juego y además donde, a pesar de lo que digan, es el azar
quien puede hacer en un momento dado que tu All-in te lleve a la
ruina y tu vida pase a ser un All-out.
En Twitter: @Tolosa77
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